jueves, 16 de febrero de 2012

Temporada de chapulines electorales

El chapulinismo o chapulinazo, como quiera que pudiera llamarse a este fenómeno, sucede cada cierto tiempo y lamentablemente, los ciudadanos ya nos hemos acostumbrado a observar -y sin reclamar- cómo un diputado local, sin aún concluir con el periodo para el que fue elegido, deja todo para ser diputado federal.

Tenemos los casos emblemáticos de dos diputadas con licencia: el de la priísta Beatriz Paredes Rangel, quien competirá por la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal y el de Josefina Vázquez Mota, quien se separó de sus actividades legislativas para lograr la candidatura del PAN a la Presidencia de la República en las elecciones que están en puerta.

La leyenda que se plasma al final de cada escrito emitido por cualquier institución del Estado: Sufragio efectivo, no reelección, realmente nos lleva a pensar que carece de importancia, pues aunque un representante haya sido votado para desempeñar su encargo durante determinado tiempo (y aunque no pueda ser elegido para el mismo “puesto” para el periodo inmediato) es bien sabido que fácilmente un político de carrera puede emplearse en otro cargo popular, por ejemplo, convertirse en senador, aunque en el proceso anterior haya sido favorecido por el electorado para ser diputado.

En la recta final de la presente Legislatura, tenemos que 126 diputados ya solicitaron o están por pedir licencia para postularse a otro cargo de elección popular y 36 senadores andan por las mismas. Así pues, es palpable que el amplio éxito del chapulín electoral resulta de su gran adaptabilidad y versatilidad; sin embargo, más allá de estas reflexiones, esta especie -que no está en peligro de extinción- está poniendo a prueba nuestras convicciones como ciudadanos y sobretodo como votantes, pues tenemos presente que el trabajo legislativo –como siempre- ha sido dejado de lado, léase las necesarísimas reformas a la Ley de Amparo o el impulso a la Ley de Seguridad Nacional, ¿y todo para qué?, para correr detrás del hueso o del fuero (aunque esto último merece discusión aparte).

Por tanto, es necesaria una reforma electoral que prohíba esta práctica de “brincar” de un cargo al otro, pues el beneficiado deja tirado el cargo para el que fue elegido y se postula a otro, sin haber demostrado su compromiso con los votantes.

Esto es meramente un fraude al cuerpo electoral y una burla a su voto.

sábado, 11 de febrero de 2012

La pobreza durante los procesos electorales

Año tras año se comenta acerca el índice de indigencia en nuestro país o de lo abandonados que se encuentran los pueblos indígenas, de sus múltiples necesidades y carencias; sin embargo, hasta la fecha ningún gobierno, llámese de izquierda o de derecha, ha implementado una solución integral al problema de la pobreza. Si en algo es rico México todavía es en millones de pobres.

La pobreza de los mexicanos ha sido históricamente canjeable por votos, pues los partidos políticos aprovechan la ignorancia que, en materia política, tiene la clase desprotegida.

Siendo 2012 un año eminentemente electoral, los partidos políticos no intentarán otra cosa que tratar de que los recursos públicos salgan para ser ejercidos del mejor modo posible para beneficiar a sus candidatos. El presente proceso electoral será muy caro. En efecto, las elecciones costarán 180 millones de pesos, unos 15 millones de dólares. Aunque, ese costo solamente incluye todos los insumos necesarios para llevar a cabo la jornada electoral (boletas electorales, tinta indeleble, urnas, etcétera) pero no se contempla el costo por las campañas electorales de los candidatos.

El financiamiento que en 2012 reciben los partidos asciende a 3 mil 300 millones de pesos aproximadamente, unos 254 millones de dólares, que sumados a los costos de la jornada electoral elevarían el costo hasta prácticamente los 270 millones de dólares.

Aun así, la posibilidad de que algunos de los candidatos rebasen los topes de gasto podría poner en duda la legitimidad del proceso mismo y tal como lo afirma Daniel Zovatto: "El financiamiento de los partidos y de las campañas electorales es una de las principales causas de la corrupción política".

Bajo estos números, sólo podemos decir que es vergonzoso el costo de elegir a nuestros representantes, pero lo es más, que no exijamos como mandantes a nuestros mandatarios que cumplan con su trabajo, pues a final de cuentas, para eso fueron elegidos, no para convertirse en nuevos ricos.